martes, 11 de febrero de 2020

TEMA 4: La evaluación en el aula de lenguas extranjeras: evaluación inicial, formativa y sumativa. Instrumentos de evaluación: rúbricas.

La clase del día 4 de febrero de la asignatura Didáctica de la Enseñanza de Lenguas Extranjeras tuvo lugar con la profesora Cristina y versó sobre los distintos tipos de evaluación y el uso de descriptores en las aulas. Comencemos por definir el término evaluación. La evaluación se define como la recogida sistemática de datos con el objetivo de tomar decisiones dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje. Saber si un alumno/a pasa de curso o no, si la metodología utilizada está funcionando, si los contenidos están asentados o si son necesarias actividades de refuerzo o si nuestra práctica docente es adecuada, son algunas de las decisiones que se pueden tomar tras un proceso de evaluación. 

Existen tres tipos de evaluación: inicial o diagnóstica, formativa y sumativa. La evaluación inicial es la recogida de datos con el fin de conocer el estado de la clase, qué nivel presenta el alumnado, realizando un diagnóstico y actuando en consecuencia. Es una evaluación que se suele realizar a principio de curso o de trimestre y es muy interesante para saber de donde vamos a partir y organizar el curso en torno a ello, informando al alumnado desde el inicio, para que tenga en cuenta los contenidos que se van a exigir y a evaluar. Esta evaluación tiene mucha importancia a la hora de conocer al alumnado y adaptar las actividades en torno a ello, los libros de texto presentan un nivel estándar, con actividades o ejercicios que pueden no adecuarse a nuestro curso en concreto, por ello, conocer el nivel y necesidades de nuestro alumnado es muy beneficioso para conseguir que adquieran los contenidos de forma más efectiva, adaptada y adecuada. 

En cuanto a la evaluación formativa, es aquella que monitoriza el aprendizaje del alumnado de forma continua, mediante una serie de procedimientos y herramientas, para que tanto profesor/a como alumno/a puedan identificar, analizar y usar la información sobre los conocimientos y habilidades del alumnado para poder tomar decisiones que favorezcan el proceso de enseñanza-aprendizaje. Es decir, conocer los puntos fuertes y débiles para que el alumno/a se centre en las áreas que necesitan más trabajo y el profesorado tenga consciencia de las dificultades presentes y pueda abordarlas. Esta evaluación, centrada en el progreso y evolución del alumnado, debe ser transparente, consistente, variada, con objetivos claros y debe proporcionar feedback. 

Esta retroalimentación es crucial para que el alumnado sepa cuales son sus objetivos en cuanto al aprendizaje y qué puede mejorar durante el proceso. El feedback más adecuado es el que hace énfasis en los aspectos positivos, se realiza en el momento oportuno, se adapta a cada alumno/a en función de sus necesidades y se centra en lo que el alumno/a puede mejorar, entre otras. Existen multitud de maneras de proporcionar feedback al alumnado, pudiendo consistir en una respuesta verbal, escrita o gestual, como pueden ser comentarios (orales o escritos), checklists, cuestionarios o calificaciones. En cuanto a este último método, muchas veces es ineficaz, ya que el alumno/a se centra en la nota, sin conocer los fallos que ha tenido ni cómo puede mejorarlos, por lo que los volverá a cometer en un futuro. Además, algunos alumnos y alumnas que esperaban una nota mayor pueden desanimarse y desmotivarse o puede dar motivo a comparaciones entre compañeros, pudiendo afectar a su autoestima.

Ahora bien, nadie ha dicho que incorporar la evaluación formativa en las aulas sea una tarea sencilla, para ello existen algunas estrategias que se pueden poner en práctica. En primer lugar, es realmente importante compartir con el alumnado las intenciones del aprendizaje y los criterios de evaluación, como la creación y uso de una rúbrica durante el proceso o la muestra de un trabajo ejemplar. También es importante asegurarse de que el alumnado está aprendiendo, para ello el/la docente puede realizar preguntas haciendo participar a todo el alumnado. Otra estrategia atractiva sería el uso de la coevaluación, por ejemplo, que se deban proporcionar comentarios positivos y alguno negativo ante el trabajo de un compañero/a. La ayuda mutua entre compañeros además de favorecer el aprendizaje colaborativo, puede ser muy efectiva, a veces la explicación o corrección de una persona que está en tu misma situación puede ser más clara y conseguir un mayor asentamiento del contenido. La última estrategia incide en que cada alumno/a sea responsable de su aprendizaje, por ejemplo, realizando un portfolio o diario de aprendizaje, y propiciar su autoevaluación, para que identifique su progreso y reflexione críticamente sobre el mismo, promoviendo su responsabilidad, independencia y activación. 

Por último, la evaluación sumativa o final es la suma de todos los resultados de los medios de evaluación utilizados durante el curso. Esta debe ser variada, continua, integrada, colaborativa, evidenciada y sistemática y suele realizarse a final de curso o al terminar un periodo. 

Hemos hablado de los diferentes tipos de evaluación pero… ¿y qué instrumentos utilizamos para recoger los datos? Existen numerosos instrumentos, como puede ser la observación, entrevistas, portfolios, charlas, cuestionarios, baremos, checklists o rúbricas. En esta entrada me centraré en las rúbricas, un instrumento que se utiliza habitualmente pero muchas veces no de la forma adecuada. Comencemos por definir términos, una rúbrica es una tabla en la que se recogen una serie de criterios coherente para el trabajo del alumnado que incluye descripciones de los niveles de calidad y de actuación en esos criterios. Las herramientas de evaluación pasan de ser juicios sobre el aprendizaje a pruebas del mismo, de esta forma el alumnado puede ver de forma clara qué puede mejorar o qué se le va a evaluar. 

En conclusión, el tema de la evaluación me parece de suma importancia como futuros docentes. La evaluación formativa es esencial para que el proceso de enseñanza aprendizaje funcione adecuadamente y muchas veces, hablando desde mi experiencia, el profesorado evalúa simplemente con una calificación numérica, sin explicaciones ni feedback, dejando de lado la posibilidad de mejora del alumnado. El proceso de evaluación es tedioso, pero necesario, sin una evaluación de calidad, no va a existir progreso ni evolución, y el alumno/a se estancará en unos contenidos. Animo a los profesores y profesoras y a los futuros docentes a implicarse activamente en el proceso de evaluación, haciendo partícipes a los propios alumnos/as y a ellos mismos, con el fin de conseguir aprovechar el proceso de enseñanza aprendizaje de la forma más eficaz.

Aquí os dejo un vídeo sobre la retroalimentación y algunos enlaces que pueden resultaros de interés: 





1 comentario:

  1. Hola Sara! Me ha gustado mucho tu entrada; creo que explica muy bien los tres tipos de evaluación que se deberían llevar a cabo hoy en día en las aulas.
    Como tú, coincido en que una de las cosas más importantes durante el proceso de enseñanza-aprendizaje es la evaluación formativa, y con ello el feedback. La retroalimentación por parte de los profesores/as resulta imprescindible para que el alumnado sepa en qué debe mejorar y cuáles son sus puntos fuertes a la hora de llegar a la meta que se ha estipulado. Además, también pienso que las calificaciones se deberían obviar para conseguir mejores resultados de aprendizaje.
    Que implantar la evaluación formativa en las aulas no es tarea fácil es cierto, pero pienso que en los últimos años se está haciendo un gran esfuerzo para aplicarla y conseguir que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea más exitoso para todo el alumnado, a la vez que también sirve para poder el profesorado evaluarse a sí mismo.

    Un saludo!

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